La infertilidad, que es definida como la incapacidad de concebir después de un año de mantener relaciones sexuales sin protección, es un problema que aqueja alrededor de 186 millones de personas en el mundo. Por ello, en fechas recientes se ha puesto mayor atención en los efectos que tiene el estilo de vida femenino en la salud reproductiva, incluyendo peso y composición corporal, actividad física y nutrición; todos factores que influyen en la fertilidad de la mujer.1
Ya lo dijo Hipócrates en el siglo IV a.C.: “Si le diéramos a cada individuo la cantidad adecuada de nutrición y ejercicio, ni muy poco ni demasiado, habríamos encontrado el camino más seguro hacia la salud”. Y a pesar de que aún estamos lejos de encontrar una “dieta de la fertilidad”, es importante resaltar que ciertos cambios en la alimentación y el estilo de vida representan una estrategia prometedora e invaluable en el manejo de la infertilidad en mujeres premenopáusicas.1
El consumo de tabaco y alcohol es un factor modificable que además representa una exposición a sustancias con un impacto significativo en la concepción exitosa. Asimismo, la decisión de buscar el embarazo es la oportunidad perfecta para motivar a las personas a reducir el uso de productos de tabaco o la ingesta alcohólica.2
La alimentación es otro factor modificable que afecta la fertilidad femenina. En este caso, los expertos recomiendan dietas que incluyan el consumo de frutas,
verduras, aceite de oliva, granos y pescado.2 Además, cada vez más estudios sugieren que la vitamina D es importante no solo para la fertilidad, sino también el embarazo y la lactancia.3
En contraste, la obesidad global –que por su prevalencia actual es ya una pandemia– aumenta las posibilidades de infertilidad para la mujer, así como del
riesgo de presentar trastornos menstruales, aborto espontáneo, y otros problemas con la salud y bienestar del feto. El sobrepeso y la obesidad se asocian también
con resultados negativos en mujeres que llevan a cabo fertilización in vitro. En los hombres, por su parte, se ha reportado que la concentración de espermas en el semen es menor en hombres con obesidad, que en aquellos con un peso saludable.1
Por otra parte, crece la preocupación respecto a elementos no nutricionales que forman parte de la alimentación y también repercuten en la fertilidad como
mercurio, pesticidas y diversas hormonas.2
Sin embargo, dado que no es tan fácil encontrar recomendaciones derivadas de estudios clínicos y bien diseñados, basados en evidencia contundente, hay que
ser precavidos respecto a testimonios personales e información sin sustento científico que promete demasiado.2